En este marco de sentido acordado, la base de la actividad y principal herramienta seguirá siendo el diálogo.
Diálogo sobre los problemas que le preocupan a la persona acompañada y que le motivan a poner en marcha el espacio de acompañamiento. El diálogo se constituirá como espacio en donde la persona acompañada pueda explorar, en un clima de seguridad y confianza, las dimensiones psicosociales en torno a esos problemas; en donde pueda expresar los afectos implicados; reflexionar sobre la experiencia y significarla dotándola de sentido, integrándola en la propia identidad y en sus relaciones sociales, para orientar el hacer, para decidir cómo conducirse en la realidad del contexto social en que se está inmerso.
La persona que acompaña se implica en el diálogo aportando el conjunto de su bagaje, de sus conocimentos, habilidades y experiencias vitales como campo en donde también desarrollar el diálogo, como espejo seguro y cuidadoso que puede ofrecer imágenes susceptibles de resultar interpeladoras para las delicadas tareas de expresión, de significación y de construcción para el hacer…
Desde ese compromiso de implicación, y de absoluta confidencialidad, la persona que acompaña se puede constituir como interlocutor válido que pueda recibir la confianza de quien es acompañado para ser depositario de sus íntimas preocupaciones en condiciones de seguridad y de honestidad.
El caminar en el diálogo se realizará de manera integrada en la vida cotidiana de las personas implicadas, entrelazado entre sus espacios y actividades, tiempos y lugares, adecuándose a sus necesidades y posibilidades, con naturalidad y sencillez, sin artificiosidades de aparente sofisticación, haciéndose compatible con el mismo devenir de sus vidas. Así, podrá realizarse tanto paseando por un parque, como sentados frente al mar o en una cafetería tranquila, en un domicilio o en un despacho.
Aquello que está en la cotidianeidad, para resultar cotidiano, necesita mantenerse asiduamente en un periodo de tiempo; es decir, requiere una regularidad y una duración.
Perseverar en mantener el espacio, con regularidad, durante un tiempo, dotarlo de continuidad, de duración, es construir una condición de posibilidad con que abrir la esperanza de aliviar el sufrimiento, otorgar sentidos a nuestra experiencia, integrarla a nuestra existencia y proyectarla hacia nuestra vida por venir.